El Señor Jesús dijo a Santa sor Faustina: “Deseo que esta misericordia se derrame sobre el mundo entero a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede retirarse sin confiar en mi misericordia que tanto deseo para las almas. Reza, cuanto puedas, por los agonizantes, impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que más necesitan la confianza quienes la tienen muy poca”
(Dario, 1777).

 

“Hija Mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él este rosario que te he enseñado. Al empezar a rezar el rosario, vi a aquel moribundo entre terribles tormentos y luchas. El Ángel Custodio lo defendía, pero era como impotente ante la gran miseria de aquella alma (...)  Mientras rezaba el rosario, vi a Jesús tal y como está pintado en la imagen. Los rayos que salieron del Corazón de Jesús envolvieron al enfermo y las fuerzas de las tinieblas huyeron en pánico. El enfermo expiró sereno” (Diario, 1565).

 

“Me relaciono a menudo con almas agonizantes impetrando para ellas la misericordia de Dios. Oh, qué grande es la bondad de Dios, más grande de lo que nosotros podemos comprender. Hay momentos y misterios de la Divina Misericordia de los cuales se asombran los cielos. Que callen nuestros juicios sobre las almas, porque la Divina Misericordia es admirable con ellas” (Diario, 1684).

 

“La Divina Misericordia alcanza al pecador a veces en el último momento, de modo particular y misterioso. Por fuera parece como si todo estuviera perdido, pero no es así; el alma iluminada por un rayo de la fuerte y última gracia Divina, se dirige a Dios en el último momento con tanta fuerza de amor que en ese último momento obtiene de Dios el perdón de las culpas y de las penas, sin darnos, por fuera, alguna señal de arrepentimiento o de contrición, porque ya no reacciona a las cosas exteriores.
Oh, qué insondable es la Divina Misericordia. Pero, ¡qué horror! también hay almas que rechazan voluntaria y conscientemente esta gracia y la desprecian. Aún ya en la agonía misma Dios misericordioso da al alma un momento de lucidez interior y si el alma quiere, tiene la posibilidad de volver a Dios. Pero, a veces, en las almas hay una dureza tan grande que conscientemente eligen el infierno; frustran todas las oraciones que otras almas elevan a Dios por ellas e incluso los mismos esfuerzos de Dios...” (Diario, 1698).

 

“La unión con los agonizantes. Me piden oraciones; puedo rezar, el Señor me ha dado misteriosamente el espíritu de la plegaria, estoy continuamente unida a Él. Siento plenamente que vivo por las almas, para llevarlas a Tu misericordia, oh Señor; para tal fin ningún sacrificio es demasiado pequeño” (Diario, 971).

 

...El Señor me hizo saber cuánto desea que el alma se distinga en el amor activo
y vi en mi interior qué grande es el número de almas que nos piden gritando:
Dénos a Dios; y ardió en mí la sangre apostólica. No la escatimaré sino que la daré hasta la última gota por las almas inmortales; aunque, quizá, Dios no lo pida físicamente, pero espiritualmente esto es posible para mí, y no menos meritorio”
(Diario, 1249).

 

“Deseo atravesar el mundo entero y hablar a las almas de la gran misericordia de Dios.

 

 

“Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo sus palabras cuando ellos hablen de Mi misericordia insondable, de la compasión que tengo por ellos en Mi Corazón. A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones a los que hablen” (Diario, 1521).

 


“Hija Mía, mira hacia el abismo de Mi misericordia y rinde homenaje y gloria a esta misericordia Mía, y hazlo de este modo: Reúne a todos los pecadores del mundo entero y sumérgelos en el abismo de Mi misericordia” (Diario, 206).

 

“Penetra en Mis secretos y conocerás el abismo de Mi misericordia para con las criaturas y Mi bondad insondable, y harás conocer ésta a todo el mundo. A través de la oración intermediarás - entre la tierra y el cielo” (Diario, 438).

 

“PREPARARÁS AL MUNDO PARA MI ÚLTIMA VENIDA” (Diario, 429).

“Mi reino en la tierra es Mi vida
- en las almas de los hombres” (Diario, 1784).


Santa sor Faustina: “Al sumergirme en la oración y unirme a todas las Misas que en ese momento se estaban celebrando en el mundo entero, rogué a Dios, a través de todas esas Santas Misas, la misericordia para el mundo y especialmente para los pobres pecadores que en ese momento estaban en agonía. Y en aquel momento dentro de mí recibí la respuesta de Dios de que mil almas habían recibido la gracia a través de la oración que yo había elevado a Dios. No sabemos el número de almas que podemos salvar con nuestras oraciones y nuestro sacrificio, por eso oremos siempre por los pecadores” (Diario, 1783).

 

“Oh, cuánto deberíamos rezar por los agonizantes; aprovechemos la misericordia mientras es el tiempo de compasión” (Diario, 1035).

 

“¡Oh vida gris y monótona, cuántos tesoros encierras! Ninguna hora se parece a la otra, pues la tristeza y la monotonía desaparecen cuando miro todo con los ojos de la fe. La gracia que hay para mí en esta hora no se repetirá en la hora siguiente. Me será dada en la hora siguiente, pero no será ya la misma. El tiempo pasa y no vuelve nunca. Lo que contiene en sí, no cambiará jamás; lo sella con el sello para la eternidad” (Diario, 62).