LA PROMESA DE GRACIA
DE MISERICORDIA PARA LOS AGONIZANTES

 

 

“A quienes recen este rosario, Me complazco en darles lo que Me pidan. Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz. Escríbelo para las almas afligidas: Cuando un alma vea y conozca la gravedad de sus pecados, cuando a los ojos de su alma se descubra todo el abismo de la miseria en la que ha caído, que no se desespere, sino que se arroje con confianza en brazos de Mi misericordia, como un niño en brazos de su madre amadísima (...)  Proclama que ningún alma que ha invocado Mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en Mi bondad. Escribe: cuando recen este rosario junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso” (Diario, 1541)

“Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece este rosario a la hora de la muerte,
(...) Cuando delante de un agonizante otros rezan junto este rosario, se aplaca la ira Divina y la inmensa misericordia envuelve al alma” (Diario, 811).

Para rezarla con las cuentas del rosario. “Al comienzo:
Padre nuestro,
que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Dios te salve María,
llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Creo en Dios,
Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, Su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

En las cuentas grandes (1 x): Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre,
el Alma y la Divinidad de Tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero.
En las cuentas pequeñas (10 x): Por Su dolorosa pasión,
ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Al finalizar (3 x): Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal,
ten piedad de nosotros y del mundo entero” (Diario, 476).


Santa Faustina y Jesús Misericordioso
Santa Faustina y Jesús Misericordioso

El Señor Jesús dijo a Santa sor Faustina: “Deseo que esta misericordia se derrame sobre el mundo entero a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede retirarse sin confiar en mi misericordia que tanto deseo para las almas. Reza, cuanto puedas, por los agonizantes, impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que más necesitan la confianza quienes la tienen muy poca”
(Dario, 1777).

“Hija Mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él este rosario que te he enseñado. Al empezar a rezar el rosario, vi a aquel moribundo entre terribles tormentos y luchas. El Ángel Custodio lo defendía, pero era como impotente ante la gran miseria de aquella alma (...)  Mientras rezaba el rosario, vi a Jesús tal y como está pintado en la imagen. Los rayos que salieron del Corazón de Jesús envolvieron al enfermo y las fuerzas de las tinieblas huyeron en pánico. El enfermo expiró sereno” (Diario, 1565).

“Me relaciono a menudo con almas agonizantes impetrando para ellas la misericordia de Dios. Oh, qué grande es la bondad de Dios, más grande de lo que nosotros podemos comprender. Hay momentos y misterios de la Divina Misericordia de los cuales se asombran los cielos. Que callen nuestros juicios sobre las almas, porque la Divina Misericordia es admirable con ellas” (Diario, 1684).

“La Divina Misericordia alcanza al pecador a veces en el último momento, de modo particular y misterioso. Por fuera parece como si todo estuviera perdido, pero no es así; el alma iluminada por un rayo de la fuerte y última gracia Divina, se dirige a Dios en el último momento con tanta fuerza de amor que en ese último momento obtiene de Dios el perdón de las culpas y de las penas, sin darnos, por fuera, alguna señal de arrepentimiento o de contrición, porque ya no reacciona a las cosas exteriores.
Oh, qué insondable es la Divina Misericordia. Pero, ¡qué horror! también hay almas que rechazan voluntaria y conscientemente esta gracia y la desprecian. Aún ya en la agonía misma Dios misericordioso da al alma un momento de lucidez interior y si el alma quiere, tiene la posibilidad de volver a Dios. Pero, a veces, en las almas hay una dureza tan grande que conscientemente eligen el infierno; frustran todas las oraciones que otras almas elevan a Dios por ellas e incluso los mismos esfuerzos de Dios...” (Diario, 1698).

“La unión con los agonizantes. Me piden oraciones; puedo rezar, el Señor me ha dado misteriosamente el espíritu de la plegaria, estoy continuamente unida a Él. Siento plenamente que vivo por las almas, para llevarlas a Tu misericordia, oh Señor; para tal fin ningún sacrificio es demasiado pequeño” (Diario, 971).

...El Señor me hizo saber cuánto desea que el alma se distinga en el amor activo
y vi en mi interior qué grande es el número de almas que nos piden gritando:
Dénos a Dios; y ardió en mí la sangre apostólica. No la escatimaré sino que la daré hasta la última gota por las almas inmortales; aunque, quizá, Dios no lo pida físicamente, pero espiritualmente esto es posible para mí, y no menos meritorio”
(Diario, 1249).